Ale Oseguera: “Me gusta más la Historia que la predicción”

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El movimiento es una de las claves principales para comprender la actividad creativa de Ale Oseguera. Explica la diversidad de sus facetas y la progresiva consecución de metas artísticas en una Barcelona que no admite el estancamiento. El movimiento le permite desplazarse entre el ejercicio literario y el escénico, entre la intimidad y la exposición pública, entre el análisis profundo de su propio trabajo y la crítica social y política de terceros. Movimiento, sin transiciones marcadas que rompan la continuidad de su emocionante discurso.


Periodista, escritora, poeta y performer son algunos de los oficios que te representan. ¿Ser polifacética es más un talento innato o una necesidad en estos tiempos cambiantes?

Yo lo consideré mucho tiempo una maldición, una decisión equivocada. Siempre me gustaron muchas cosas a la vez y quería probarlas todas, experimentarlas con mis propias manos. Maldije no haberme especializado en una sola cosa: “quien mucho abarca, poco aprieta”. Me arrepentí mucho de haber elegido un campo tan amplio: el de la comunicación y la expresión. Así, en general.

Pero luego la vida, o más bien, la necesidad de supervivencia, te obliga a usar todas tus armas. Así que, por un lado, escribir ha sido lo que me ha sacado siempre adelante, no sólo en lo emocional sino también en lo económico. Pero gracias a mi paso por el teatro y por la radio, por ejemplo, o incluso por áreas de gestión y producción, tengo habilidades con las que he salido de pozos profundos en momentos de crisis. Así que poco a poco voy haciendo las paces con el aspecto multidisciplinar de ambos: mi profesión y mi camino artístico.

¿Trabaja cada una de estas disciplinas por un mismo discurso o te reservas algunos canales, como por ejemplo emplear la poesía para decir cosas que como periodista no expresarías?

Cuando escribo trabajo de distinta manera cada género. E incluso, dentro del periodismo están los temas que yo he elegido y luego, los temas que, al trabajar para un medio o una agencia de comunicación, me ordenan.

La poesía, por el contrario, es algo que construyo con una materia prima completamente orgánica y desestructurada, que fluye sola y libre, desde lo más profundo. Son palabras que brotan de mí como el sudor, la mierda, el llanto, la sangre. Los textos-semilla están ahí en libretas, papelitos, anotaciones en el móvil, cuadernos, servilletas. Eso después se convierte en poemas con mucho trabajo. Como un escultor que moldea la arcilla o pica la piedra. Yo no decido la base del poema. Eso surge solo. Lo que decido es después la forma que adquiere. Pero no nacen sus palabras de mí del mismo modo que cuando me digo: “Voy a escribir un artículo sobre el espionaje a periodistas en México”. U: “Hoy voy a darle al capítulo diez de mi novela”. Éstas, aunque son igual de honestas y están igual de vivas, tienen un matiz de racionalidad que les da otro carácter, otro color.

Ale Oseguera. Foto: Lilith Sparerib.

Siguiendo con la poesía, ¿qué balance haces de Tormenta de tierra tras tres años desde su publicación?

Recientemente le he dado una nueva leída a la primera edición. No sabía qué me iba a encontrar y la vuelta ha sido bastante favorable. Mi sensación -y mi esperanza-, es que ahora escribo mejor y puedo construir mejores versos, imágenes, metáforas; pero lo que está ahí, en ese libro, es pura honestidad, carne expuesta, volcanes en plena erupción. El libro está muy vivo aún. Quizá unos poemas más que otros, evidentemente, pero hay mucha lava ardiendo ahí todavía. Tal vez es por eso que aún hay quien me lo pide, lo está leyendo y me invita a recitarlo. Aún siento las réplicas de este pequeño gran terremoto que fue “Tormenta de Tierra”. No puedo pedirle más.

Más allá de la edición, también defiendes la poesía en el escenario, principalmente, con el proyecto “Las hermanas del desorden”. ¿En qué punto se encuentra esta experiencia?

Ahora mismo estamos en un momento en el que tenemos la oportunidad de dejar una huella mucho más contundente. Me pillas a mitad de la grabación del disco que acompañará al libro La Musa Suicida, un poemario basado en nuestro primer espectáculo poético-teatral.

Hace más de cinco años ya que fundamos Las Hermanas del Desorden. Desde entonces, cada nuevo peldaño subido ha significado a su vez un reto y una nueva oportunidad de crecer, experimentar, aprender y, también, de defender ante escépticos y conservadores que la poesía puede venir en formas distintas. Nosotras hemos defendido la experiencia poética sobre el escenario. Ahora nos toca hacerlo en forma de libro y disco.

Las Hermanas del Desorden. Foto: José Gallardo.

Si todo sale bien, La Musa Suicida se publicará en primavera. Estamos trabajando el disco bajo la producción de Alberto Pérez del estudio Sol de Sants, quien ha aportado mucha magia a los temas. El libro está supervisado por el poeta y veterano del spokenword David Trashumante.

Y si todo sale aún mejor, llevaremos el Desorden a diferentes ciudades de España. En breve anunciaremos las fechas.

Como persona política, ¿en qué grado te afecta la actualidad a la hora de narrar o componer?

Creo que, si habláramos de esa actualidad como un árbol, me gusta más componerle textos a su raíz que no a sus ramas. Independientemente de que eso luego se publique o no. Creo que por eso el periodismo de actualidad es lo que menos me gusta de lo que he hecho, porque tiene que responder a la inmediatez, al hoy, más a la descripción que al análisis. A mí me gusta más explorar las causas y razones que las consecuencias inmediatas. Me gusta más la Historia que la predicción.

Ahora, los acontecimientos sociales, políticos, culturales, se reflejan en mi escritura personal en la medida en que tienen en un efecto emocionalmente intenso, ya sea en mí o en mis personajes -en el caso de la narrativa de ficción-. No suelo escribir lo que se llama “poesía social”. No suelo componer versos-proclamas ni eslóganes. Pero sí que es verdad que por ejemplo, el ser inmigrante o el ser mujer condiciona mi manera de ver y experimentar el mundo. Las decisiones políticas y los movimientos sociales tienen injerencia directa en mi ser inmigrante y en mi ser mujer. Eso puede causarme frustración, rabia, impotencia, un sinfín de reacciones multicolor. Y de esos sentimientos pueden salir poemas. O puedo utilizar mis anécdotas personales y aplicarlas a la experiencia vital de alguno de mis personajes si hace falta.

¿Qué temas actuales merecen análisis y crítica con más urgencia?

A mí, y hablo sólo por mí, me merece mucha atención la desigualdad con la que se juzga y cataloga una misma acción dependiendo de en qué parte del mundo se lleva a cabo. ¿Por qué el líder de un país merece que lo asesinen y el otro puede tener un juicio y pasar sus últimos días en la cárcel? ¿Por qué dos hombres pueden casarse en un país y en otro son condenados a muerte por amarse? ¿Por qué la vida de un solo niño blanco y español vale más que la de mil niños negros y africanos? El doble rasero, el juego hipócrita de manipulación masiva, la valoración de una persona basándonos sólo en su lugar de nacimiento y color de piel, toda esa incoherencia que a su vez es tan profundamente humana, me parece tan absurda e ilógica, que me provoca fascinación.

Ahora, ya objetivamente, el estado de los animales, las plantas, los glaciares y la capa de ozono deberían tener toda nuestra atención y recursos. Con urgencia extrema. Pero como los humanos somos unos egocéntricos, preferimos vernos al espejo antes que salvar a cualquier otra especie. Merecemos la extinción.

¿En qué nuevos proyectos te vamos a ver en los próximos meses?

Además de con Las Hermanas del Desorden, este año se publica mi segundo poemario en solitario: Un Hotel de Cinco Estrellas sobre un Cementerio. Ediciones Oblicuas ha confiado en mí para galardonarme con su XII Premio de Poesía “La Nunca”. Será una publicación difícil, ya que es un poemario nacido del dolor de haber perdido súbitamente a mi padre. Me espera un reto doloroso.


Foto de cabecera: Víctor Hondartzape