Entrevista a Fernando Molero

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Hace unas semanas, llamaba a la puerta del estudio de Fernando Molero tras varios meses de conversaciones vía mail en busca de una fecha idónea para realizar esta entrevista. La espera valió la pena. El estudio de Fernando es un espacio práctico y de muros claros donde las obras del pintor cuelgan a la espera de un hogar, algunas con un dueño ya asignado, y otras con una carga emotiva que impide retirarlas. El espacio de trabajo de Fernando Molero es como él, ordenado y directo en su mensaje, sin artificios. La única atmósfera que percibimos es la del esfuerzo que desemboca en resultados y el agradable acompañamiento jazzístico que actuó de banda sonora durante la entrevista.


La nobleza del óleo

“Mi trabajo es un proceso muy lento y a lo mejor me tiro con un cuadro cinco meses. No necesariamente trabajo en el mismo, pero es el ritmo que impone el óleo. Pinto en óleo desde hace años y he llegado a la conclusión de que su calidad, su nobleza, no la consigue otra pintura. También he trabajado con acrílico y el resultado sigue dando resultados artificiales, como de plástico. Con el acrílico no consigo la misma fuerza que con el óleo, no llego a ese final del camino (esté donde esté) que requiere la luz.”

El desafío de la luz

“Trabajo mucho la luz. Siempre estoy homenajeándola, la luz es fundamental en mi trabajo. Llegué a este punto tras reflexionar sobre su importancia en la vida. Al margen de los impresionistas, que trabajaban más con las consecuencias de la luz más que con la luz como herramienta, baso mi trabajo en la información que da la luz sobre el entorno. En mis obras es lo primero que salta a la vista, el punto de luz y su impacto general. No queda camuflada, y siguiendo este camino se me han abierto muchas puertas a nivel de percepción.”

El viaje del artista

Time waits for no one

“El arte tiene algo maravilloso y es que con él nunca sabes adónde vas. Me recuerda a aquella frase que cantaba John Lydon de los Sex Pistols: Don’t know what I want. But I know how to get it. Para mí es el mejor grupo que ha existido porque con un disco pusieron el mundo patas arribas. Eso es lo que a mí me pasa con los cuadros: emprendo el viaje.”

Preguntas y respuestas

Whishful Thinking

“Cuando la gente compra tus obras surgen preguntas, la gente quiere saber. Los artistas mentimos a la hora de explicar nuestras obras, porque en realidad no creo que haya una respuesta a esas preguntas. El problema es que al final hay que compensar la obra con una explicación, y eso que no hablamos de artistas conceptuales. La obra tiene que cargar con un peso intelectual, y si no lo tiene, carece de sentido. Tampoco quiero explicar exactamente algunos cuadros porque son cuestiones muy íntimas y al final son cosas que solo me compiten a mí, y eso ya queda reflejado en las obras y la percepción de cada uno. Es como preguntar qué pintas, no puedes ponerlo exactamente con palabras. La pintura es una experiencia visual y por más que lo expliques, cuando terminas la obra, la verdad, pocas veces el resultado tiene que ver con el razonamiento original. Ocurre con muchos artistas, pintores, escultores, etc., que tienen mucha mano pero poco argumento, y vas a sus exposiciones y encuentras cadáveres, obras que se repiten. No quiero decir que yo haya inventado la sopa con ajo, tan solo que estoy contento de haber encontrado mi voz. Llega un momento, a una edad, en que las influencias están presentes pero también te sirven para que, una vez digeridas, puedas volverte contra ellas, pero nunca imitarlas. El panorama actual en Barcelona, por ejemplo, me parece todo lo mismo. Hay cuatro calles principales donde exponer, y se tiende a mostrar lo mismo. Han hecho de esta ciudad un escaparate maravilloso.

El precio del arte

“El precio del trabajo es uno de los motivos que determinan que aquí no exponga en casi ningún sitio. Los artistas han reducido el precio del arte y la culpa la tienen ellos mismos, que se venden por cuatro pesetas y dejan de vivir de su trabajo. No hablo de hacerse millonario, hablo de que puedas pagar tu casa, el estudio, algo de ocio y unas vacaciones. Rindiéndose al mercado, los únicos que verdaderamente sacan beneficio son los galeristas.

El salto a New York

“Antes de irme a New York, en el 96, ya vivía del arte, y me di cuenta de que mi trabajo se había vuelto circular, empezó a carecer de sentido. Iba al estudio con la sensación de que parecía un funcionario. Algunos galeristas eran unos tramposos, y quise irme, y pensé en New York. Primero hice una visita de seis meses, con un visado y ni pizca de conocimiento de inglés, con un nivel de Lloret de Mar. En Barcelona, había colaborado con Edicions 62 y algunos de mis cuadros habían servido de cubiertas en sus libros. También había realizado colaboraciones con Qué Leer, unas cinco ilustraciones para vivir. En New York empecé a trabajar en un pub irlandés, y como no sabía inglés era el más puteado del local. En ese momento pensé: esto tengo que solucionarlo, y me fui al New York Times, con un portfolio y cuatro o cinco ilustraciones de New York, y tras entregarlas, me llamaron al momento para colaborar. Eso es New York, una ciudad que cuando llegas te pone contra la pared, pero al mismo tiempo te sientes de verdad útil y te da motivos para seguir adelante. Siempre existe esa sensación de que algo puede pasar. En Barcelona, la única sensación que tienes es que no te va a pasar nada.”

El provincialismo

Don’t know where I’m going

“Respecto a si el panorama artístico es mejor en Madrid que en Barcelona, sin extrapolar nada, tengo la sensación, como dice la gente, que Madrid es mejor. Hablo sin conocimiento, no conozco la escena de Madrid lo suficiente, pero aunque fuera cierto, tampoco creo que me vaya a mover a la capital. Yo soy más de New York que de Barcelona. Vivo en New York, y si resido aquí principalmente es porque tengo una clientela. Respecto al provincialismo y al interés en los artistas locales, lo considero una idiotez porque, si ya resulta difícil encontrar un artista que valga la pena en un continente, imagínate en una comunidad. No creo que solo sea un tema de Barcelona. También he trabajado en Galicia, hace ya muchos años, y una galería de Vigo me llevó a una feria de arte, una nefasta que exhibía lo mismo de siempre, y en la que la gente solo compraba arte gallego. Le dije al galerista: el año que viene, si vuelves, di que me llamo Moleiro, a mí me da igual haber nacido en Cangas o en Castellón. Sin embargo, en New York es distinto, naturalmente apoyan al artista americano, pero les importa bastante poco de dónde eres. Lo único que miran es si contigo pueden hacer dinero. Lo que realmente les interesa es tu trabajo.

“Cuando digo que el mercado del arte en Barcelona está mal es por una percepción personal, no por pesimismo. Existe una oferta enorme, y una demanda representada por tres o cuatro coleccionistas. Ese es el auténtico problema.”

El fenómeno Hipster

El hipster es una persona que se gasta un montón de dinero en aparentar que es pobre. Tengo una anécdota al respecto que me dejó impresionado. Un pintor de Barcelona del que no diré el nombre y que conocí en New York. Iba siempre con un aspecto de irlandés al borde del suicidio, deprimido, se ponía morado de Brooklyn Lager, fumaba como un carretero y pintaba obras torturadas. Pasó el tiempo y me pregunté: qué le pasa a este. Yo trabajo aquí, allá, descansando dos horas al día para poder pagar la renta del mes, y él se mueve por New York pero nunca le he visto currar, no vende un cuadro y aun así paga su apartamento sin problemas. Entonces concluí: este es un pijo de Barcelona. A mí no me la pega. Cuando llegué a Barcelona, me dijo de vernos, y fui a su casa. Vivía en un buen barrio, me salió a recibir el servicio e iba peinado con la raya a un lado. Era definitivamente un pijo.”

Fascinación por la arquitectura

Foggy Bottom 7am

La arquitectura está muy presente en mis cuadros, pero pocos artistas plásticos me gustan a excepción de los que me han influido directamente, como James Turrell. Me gusta la profundidad con la que ha trabajado la luz, su impacto y las direcciones que esta pueda tomar. Diría que me gustan más los arquitectos que los artistas plásticos. Son mucho más artistas que algunos de los que se autodenominan artistas. Tampoco hablo del fenómeno de los arquitectos estrella, que están logrando con su trabajo que las ciudades pierdan personalidad. Con el tiempo, todas se parecerán, todas tendrán los mismos edificios.”

Espacio y movimiento

El movimiento es otro de mis retos. En una obra bidimensional trato de jugar con diferentes planos más allá del tradicional punto de fuga. Yo separo al espectador de la propia obra por medio de transparencias. Son muy delicadas porque, de no hacerlas bien a nivel técnico, se vuelven tapones. A mí me costó mucho, pero conseguí crear veladuras. Cuando trabajas con color el esfuerzo es menos evidente, pero en obras antiguas me planteé el reto de usar blanco puro, y como el negro, resultó peligrosísimo.”

Agua y vida

Fly me to the moon

Los títulos de mis obras están todos dedicados a mi mujer, que falleció hace año y medio. Los temas giran en torno a nuestra relación, como por ejemplo “Invoking Ikaria”, vinculado a la isla griega, que se supone fue donde murió Ícaro. Ahí pasamos el último verano, ella ya muy enferma, y la luz la representa , la luz que nunca se apagará. Ambos siempre hemos estado muy ligados al agua, es el elemento que más me gusta. Me puedo pasar horas mirando un charco, con eso me vale. Siempre está viva, en movimiento, y me ha hecho sugerencias a la hora de pintar. Es tan maleable y frágil como la luz, igual de esencial.”