El artista polifacético acostumbra a ser un laberinto para aquellos que observamos su obra desde fuera. Y aunque sabemos que en el interior de esta construcción se encuentra la persona, resulta sencillo perderse en la multiplicidad del discurso. Con Jaume Muñoz (Barcelona, 1977) no ocurre, ya que su laberinto personal, aparte de contar con diferentes accesos, es un tránsito amable en el que, de perdernos, el propio autor acudirá en nuestra ayuda. Tal metáfora, la del laberinto, sirve para ilustrar la variedad de sus inquietudes y los muchos temas que surgieron en nuestra conversación, celebrada en uno de los establecimientos emblemáticos del barrio barcelonés de Sant Andreu, el Bar Colombia. En esta charla/entrevista, Jaume Muñoz habló de pintura, de autoedición y, sobre todo, de poesía, una de las disciplinas que más alegrías le ha dado en los últimos años.
“Lo primero que hice en mi vida fue escribir poesía, a los quince años. Quise ser novelista, pero no tenía tiempo. Aun así, sigue siendo mi sueño vital. Escribí una novela corta que está publicada en Amazon pero lo primero fue la poesía y no la he abandonado nunca. Más adelante estudié filología inglesa y empecé a traducir cuando estaba en la carrera. Traducir se ha convertido en mi trabajo, llevo ya más de quince años. El contacto con la edición fue tras un posgrado realizado en la UB, en el que conocí a Marc Raventós, con el que he colaborado desde entonces.”
Marc Raventós es el responsable de las cubiertas de sus libros, como el último poemario editado por Jaume, titulado “Hacer hervir la luz”. Pero la relación con Marc fue a más, pues “por su culpa, por ósmosis, por viajar juntos y estar en contacto con el arte, me puso en contacto con comunidades artísticas y el taller de pintura en el que comenzó todo. Hasta el momento, mis dibujos se remontaban a la infancia. Más adelante, pasé a las acuarelas. En esos lugares de creación me aficioné a la pintura y he de reconocer que me volvió loco”. Ocurrió en 2007, en Egipto, pues recibió una beca para estudiar árabe. En El Cairo descubrieron una galería en la que se impartían talleres gratuitos. En el espacio convivían noveles y consagrados de mucho nivel, pero fue suficiente para que, en una mezcla de trabajo y de interés, Jaume llegar a exponer en un par de ocasiones y vender su obra: “Me di cuenta de que la pintura era una posibilidad más de creación. Desde entonces mi cerebro vive fragmentado entre una y otra”.

Estas interesecciones están presentes en su obra, donde aparecen elementos de texto, ya sea una frase, un fragmento de canción o un poema. Incluso los títulos de las piezas destacan por su fuerza visual. “Me gusta que la imagen se complemente con una pequeña historia. Esa historia te acompaña en un viaje, te conduce a un lugar. Me gusta contar historias”.
De su formación pictórica surge la pregunta sobre el valor del artista autodidacta o autoeditado en la sociedad actual. Jaume lo tiene claro, “no se valora mucho. Recientemente tuve una conversación en un evento llamado Literary Combat que organizan en Cronopios y que contaba con un jurado del mundo de la edición. Tras el evento, se me acercó un señor preguntando por mis libros, a lo que le respondí que tengo cinco o seis poemarios publicados. Al especificarle que eran autoeditados, cambió de actitud, como si por ser autoeditado fueras pidiendo por la calle. En el fondo, este debate no me afecta, ya que tengo asegurado mi modus vivendi con la traducción. Lo único que busco autoeditándome es que la gente lea mis libros”.
Lo que está claro es que existe un auge por la poesía. A esto, Jaume Muñoz habla de la Televisión d’Hospitalet, que emite un programa vinculado al Poetry Slam local y que trae a los mejores slammers, como Iñaki Nazabal e Isa García. “Gente, en mi opinión, muy buena. Que aparezcan en televisión, aunque sea local, es sintomático de algo. Al margen tenemos otras historias, como el Got Talent, donde, en un lapso de dos semanas, trajeron a dos poetas. La primera aportación fue para tirarle de todo; el segundo demostró ser más digno, defendió bien su discurso. En cualquier caso, a este tipo de programas tan mediáticos suele ir lo más trash. Es televisión… ¡Es Telecinco!”

Jaume está contento de haber participado en los poetry slams, ya que, a partir de ellos, se lanzó a realizar recitales. “Para mí ha sido una escuela, porque cuando el evento empezó en Barcelona, celebrándose en diferentes espacios, tuvo una primera fase de conocer gente y establecer una comunidad. A partir de ahí se generó una escuela de interpretación, ya que la propia naturaleza del Poetry Slam te lo exige. Al principio salíamos al escenario con un papel, recitando tímidamente, pero claro, con el tiempo vas viendo que lo mejor es aprenderse el texto de memoria, aprender a defenderlo.”
Pensando en la trascendencia de los Poetry Slam, podría decirse que ya forman parte de la historia reciente de la lírica nacional. Algunas instituciones barcelonesas, como el CCCB, repararon en ello y abrieron sus puertas al evento. “Ese día me cagué, con perdón, porque había 600 personas mirándote, con focos, amplificadores… Pensé, wow, esto es serio.”
Llega el momento en que nos centramos en el oficio, en la lírica y las referencias que Jaume Muñoz ha acumulado con el tiempo. Surgen relaciones de nombres tan eclécticas como Pedro Toledano y Jack Kerouac. En general, sus preferencias giran en torno a los poetas latinoamericanos y estadounidenses, ni los poetas españoles ni los catalanes le han llegado tanto como Ginsberg, Bukowski y la Beat Generation. También Lawrence Ferlinghetti y Paul Éluard. Volviendo a Kerouac, “como novelista está muy bien pero como poeta es aún mejor. Ocurre lo mismo con Bukowski. Mucha gente se queda con la parte superficial, el viejo verde alcohólico. En el fondo, es una etiqueta. En su poesía no aparece el lado machista. Por eso hay que poner cierta distancia y verlo en su contexto. Lo malo es que gente nacida en Barcelona hace tres décadas aspire a ser Bukowski. No puede ser. Has vivido otras experiencias, escribe sobre ellas”. Otro caso de novelista que, en su opinión, brilla más como poeta es Roberto Bolaño, cuya narrativa le fascina y “su poesía es una brutalidad”. Entre las referencias más cercanas se encuentra Félix Francisco Casanova, el poeta canario que murió a los veinte años y dejó una mínima pero impactante producción.

Tras las referencias líricas, es el momento de las pictóricas. Jaume afirma que están directamente relacionadas con la evolución de su estilo. “Mi estilo pictórico va cambiando constantemente. Cuando empecé a pintar hace unos diez años hacía, sobre todo, retratos con rotulador de grafitero. En esa época me gustaba todo lo alemán, como los expresionistas, Die Brücke, etc. También me gusta Egon Schiele. Con él tengo mucha afinidad, con Jackson Pollok también. De él he visto mucha obra en museos: es espectacular. Su caso es similar al de Bukowski, todo el mundo pretende copiarlo. En mi caso, me gusta emplear técnicas como el dripping, pero sin pasarme.”
Jaume Muñoz emplea el dripping para dibujar, con las dificultades que la técnica entraña. Siguiendo con los artistas que de algún modo le han influido, aparecen Basquiat y, ya en otra onda, Miró. También reconoce que, últimamente, le ha salido la influencia de Kandinski. Sin planteárselo, apareció sobre la marcha.
En su obra hay collage, “también uso acrílico de base, aunque añado tintas, sprays, lacas…, pues me gusta experimentar. Yo aprendí mucho con un pintor amigo mío que falleció hace dos años: Andreu Latorre. Con él aprendí a manejar estos materiales, ya que no estudié Bellas Artes ni hice formación. Aprendí sentándome con alguien y preguntándole cómo lo hacía. Aprendí abstracción de él. Es un proceso que no se detiene.”
De su faceta pictórica, Jaume se queda con las colaboraciones con otros artistas. Con la poesía también le ocurre, aunque en la pintura surgen ejemplos llamativos, “como el pintor berlinés Daffke, que también es uno de mis mejores amigos. Ya en la primera semana de conocernos empezamos a pintar a cuatro manos. De ahí que creáramos un dueto que se llamó Jauffke. Estuvimos dos, tres años haciendo exposiciones entre Berlín y Barcelona.”
Entre las colaboraciones más recientes se encuentra la de Jaume y la pintora donostiarra Clara Elizondo. “La conocí en una residencia. Este año vino a Barcelona y aproveché para colaborar con ella. Tiene una fuerza bestial. Si ya es difícil hacer arte abstracto uno solo, dos personas es un doble tirabuzón. Hacer que encajen las cosas, sin una regla es como encontrarse ante un abismo y saltarlo para ver que hay, disfrutando del salto. Con Clara hemos reunido una colección grande. Este año quiero hacer una muestra itinerante que pase por Barcelona, Donostia y Francia. En Francia, en concreto, se encuentran nuestros principales compradores.”

La mención a las ventas me recuerda que la obra de Jaume está disponible en webs imprescindibles como Saatchi Art. Me intereso en cómo se relaciona Jaume con las galerías virtuales, ya no solo para darse a conocer, también a la hora de vender su obra. “Yo casi no vendo aquí. El grueso lo vendo fuera. Es el consejo que le doy a los pintores que se lamentan de esta realidad. Hoy en día tenemos Internet, con nuevas galerías y casas de subastas. Tenemos un mercado global, con clientes de Dubai, Estados Unidos, etc. La forma tradicional de acceder al mercado se acabó. Los galeristas no quieren saber nada del artista que se presenta en su espacio con el porfolio bajo el brazo. Ahora, el público está fuera. Sin moverse de casa, puedes vender directamente en la otra punta del mundo.”
Entonces, eso quiere decir que Internet le ha ido bien. “Yo era reacio a Facebook, pero me liaron. No le encontraba sentido. Con el tema de la poesía vi que sí resultaba útil. Cuelgo el poema y, si bien no lo leen los 2.000 contactos que tengo actualmente, al menos un porcentaje de ellos sí. Les gusta y lo comparten. A nivel poético, para mí es más importante publicar en Facebook que editar libros, ya que, como te contaba antes, busco que me lean antes que ganar dinero. Con la pintura es distinto. Con los hashtags consigues que te siga gente de todo el mundo, y aunque existan miles de personas como tú, empleando el mismo hashtag, siempre hay una persona que se fija en tu obra.”

Con la vista en el futuro, Jaume insiste en las colaboraciones. “A nivel poético estoy en un par de historias de improvisación, pero este año me pienso concentrar en la pintura. Quiero hacer una macrocolección y, de ahí, una exposición en Barcelona. Luego tengo una colaboración con Víctor López, que es poeta y artista sonoro. Él mismo crea sus loops a partir de percusiones. Aparte, tiene una voz y una dialéctica brutales. En 2017 escuché constantemente sus discos, ya que publica libros que vienen acompañados de un cedé. “99 oportunidades para el gozo” es el último, y me lo puse para pintar. Hace un año que lo uso, lo escucho a diario. De ahí que le dijera, Víctor, te tengo que regalar un cuadro porque siento que te estoy robando. A él se le ocurrió que colaborara en su espectáculo, yo pintando en directo mientras él interpreta sus composiciones.”
Mientras aguardamos a estas novedades, me quedo con su reciente poemario “Hacer hervir la luz”, editado por su sello, Editorial QUAQ, del que extraigo los siguientes y acertados versos:
Como cenizas que van hacia atrás
y evolucionan hacia la llama:
así vivimos.