La relación de Oriol Sintes con la ilustración viene de lejos, tanto que a los ocho años ya se atrevía con el oleo. De ahí pasó a otras técnicas y a desarrollar progresivamente un estilo caracterizado por su originalidad y carácter, una producción protagonizada por un universo en ocasiones inocente, siempre colorista y, dentro de lo posible, irónico, lo que él mismo denomina «el mensaje puñetero».
Técnicamente, en sus ilustraciones predomina la pintura acrílica, «casi siempre combinándola con otras, como acrílico con lápiz, tinta e incluso con diferentes materiales para el relieve. Sobre todo intento darle mucha importancia a las texturas, y el acrílico en pincel seco se adapta de maravilla. Aún así, lamentablemente, el trabajo en pincel cada día se limita más a proyectos puntuales, y uno acaba por renovarse y acabar sus trabajos digitalmente».

Aunque entre sus creaciones encontremos trabajos de publicidad y diseño, Oriol es en esencia un ilustrador que se mueve entre dos públicos en apariencia opuestos. Contentar a niños y adultos no es sencillo y obliga a plantear el trabajo de forma distinta. «Los dos seres son igual de exigentes y el planteamiento de trabajo para ambos es puramente empático. Pero hay matices. Por lo general ilustrar para adultos es casi siempre más complicado, requiere bastante más atención, la temática es más compleja y su mirada es normalmente más crítica. Por otra parte creo que la ilustración infantil es más libre y más experimental. La mente de un niño está completamente abierta, carece de prejuicios y no entiende tanto de estilos. Esto te permite ser más informal y descuidar referencias. Los dos tipos de ilustración tienen sus pros y sus contras, y me resulta muy estimulante poder trabajar en ambos. Aunque hay un punto de ironía en todo ello, y es que en definitiva siempre ilustras para adultos… al fin y al cabo es al editor al que debes gustar». Y aunque sean medios hermanos, un editor de prensa tiene prioridades distintas a las de uno vinculado a la publicidad. Oriol no se plantea decantarse por un mercado en concreto. «Me gustaría tener la opción de seguir trabajando en todos, eso hace que no pare de aprender. La ilustración es mi pasión, y creo que adaptarla a los diferentes campos no hace más que enriquecerme como profesional. El haber tenido también formación en diseño gráfico y publicidad hace que pueda ser más polivalente y, por exigencias del mercado actual, pueda ganarme la vida. Así que, a priori mi objetivo es el de conservar todos estos mundos y poco a poco ir adaptando mi estilo a todos ellos».

Y volviendo a la ironía, ésta quizá es uno de los puntos fuertes de su trabajo. «Me encantaría llegar al punto de contestar que sin ella ‘no serían míos’, pero no soy ni puedo ser tan soberbio, ante todo soy un trabajador gráfico y me adapto a todo proyecto y a todo cliente. Evidentemente, soy un enfermo del mensaje ‘puñetero’ y siempre intento huir de la simple ilustración descriptiva aunque no puedo pretender que todo el mundo entienda su realidad con tintes esperpénticos. Soy en este sentido muy versátil, pero no hay duda que si tengo la opción de complementar un texto con una visión irónica, lo hago, y me gusta que eso me defina».

Otro de los elementos recurrentes de su estilo es el componente caricaturesco de sus personajes, moviéndose entre lo naif y lo grotesco. Oriol la considera una «combinación perfecta, intento añadir siempre algún elemento grotesco es mis ilustraciones, y es algo absolutamente premeditado. Estos elementos le dan fuerza al mensaje y ya sean simplemente graciosos, absurdos, sarcásticos o extravagantes siempre son aspectos que ayudan a entender y profundizan en la psicología del personaje. Recuerdo que mi primer personaje de comic, yo debía tener unos 6 o 7 años, era un náufrago que pasaba por mil y una aventuras pero siempre, hiciese lo que hiciese, acababa empezando la siguiente naufragando de nuevo. Este aspecto, aunque tratara sobre un hombre valiente, de gran coraje y sobre una historieta sin continuidad argumental, acababa definiendo su vida como la de un auténtico antihéroe. Creo que es un ejemplo más que significativo para explicar mi estilo, sin duda lo perfecto no me atrae».
Por Bill Jiménez