Óscar García (Barcelona, 1970) es fotógrafo de conciertos, un oficio que ha sufrido dañinas transformaciones en los últimos años y al que no renuncia pese a las dificultades. Aparte de un excelente cronista de la escena musical barcelonesa, es un interlocutor formidable y la persona idónea para guiarnos por un mundo que muchos creíamos conocer y que esconde matices para todos los gustos.
Tiempo suspendido
La cosa comenzó más o menos a los 12 años, cuando iba de veraneo al pueblo de mi madre, en León. Me habían regalado una cámara de plástico, cutre, la típica cámara que se le regala a un niño, e hice fotos de mis vacaciones. Al volver a Barcelona vi que la fotografía me permitía revivir aquello. Me empezó a fascinar. A partir de ahí cogí la cámara por la ciudad y, con el tiempo, fui probando otras, así hasta que llego a la unión de esa fascinación por el tiempo suspendido presente en la fotografía con la música, mi otra pasión, que también se inició cuando debía tener doce años. Primero fui un comprador compulsivo de música, después quise ser músico… La fotografía de conciertos era la forma perfecta de fusionar las dos en una.
Arte u oficio
La fotografía de conciertos es un oficio, quien te diga que es una carrera es un pedante. Es un oficio y tienes que hacerlo lo mejor posible. No niego que otro tipo de fotografía lo sea. En la fotografía de conciertos puedes tener ciertas inquietudes artísticas y aplicarlas a tu trabajo, pero en las condiciones en las que se realiza tienes que dar lo mejor de ti dentro de la infinidad de limitaciones que te imponen.

La degradación
Está muy chungo. No sólo por las condiciones económicas. Se cuentan con dos dedos la gente que ahora mismo, en Barcelona, vive de la fotografía de conciertos. Incluso diría que con un dedo.
El panorama nacional está peor que el extranjero, pero creo que la cosa se está degradando a nivel global. La fotografía como oficio se está degradando en general. Somos un colectivo que poca gente toma en serio. Para algunos, los fotógrafos de conciertos somos lo peor de lo peor. Se nos acostumbra a ver como una serie de juerguistas que van a los conciertos para entrar gratis y se ponen en el foso a bailar a sus grupos preferidos.
Aunque creo que hay gente así. Absolutamente. Incluso hay quien actúa de esta manera y se jacta de ello, incluso mirando mal a los que no se comportan de esta forma.
Es cierto que fuera (de Barcelona) existe más respeto por la figura del fotógrafo de conciertos. Aquí es demasiado cool.
Culpables
Los medios tendrían que hacer un esfuerzo. Algunos intentan, otros no, dar un cierto lustre al oficio mediante la selección. Pero es un problema económico. Los medios se están suicidando, porque lo que están intentando hacer es, en lugar de diferenciarse por medio de la exclusividad y por ofrecer algo que la competencia no tenga, en lugar de subir un escalón más, los están bajando al disminuir costes, creyendo que así van a sobrevivir. La gente no es tonta, y si un medio se convierte en un aparador propagandístico que le da igual meter cualquier cosa, antes preferirá los blogs, que son gratuitos e incluso, en ocasiones, te dan mejor información. Lo que están haciendo es un suicidio a corto plazo. Es el mercado el que tiene que marcar un criterio y unos mínimos.

Revistas de tendencias
En mi adolescencia coincidí con el nacimiento de las revistas de tendencias. Por aquel entonces el periodismo estaba mejor o peor pagado, pero estaba pagado. Las revistas de tendencias iniciaron el periodismo gratuito en las cuales había una serie de anunciantes que ponían dinero y una serie de editores y redactores que vivían de ese dinero. Pero no así los colaboradores, que lo hacían, y siguen haciendo en algunos casos, por el honor de haber trabajado en esa revista y poder mostrarlo en su currículo. Las revistas lo saben y se aprovechan de ello. Yo también caí como periodista y redactor en ese juego, pero llega un momento en que, con el transcurso de los años, dices: “Esto es una tomadura de pelo”.
Adrenalina
Lo que me fascina de la fotografía de conciertos es lo que más quejas despierta: las limitaciones. Por ejemplo, te pueden pedir que en las tres primeras canciones no uses el flash, que te pongas en un lateral y no delante, que te encuentres con que la iluminación es nula o no hay foso, obligándote a tomar las fotos desde el público. Me fascina cómo superar esos obstáculos, o intentarlo e intentar sacar algo que tenga algo tuyo. Cuando se apagan las luces, oyes al público detrás de ti que está gritando, y sabes que tienes ocho minutos o menos para hacer las fotografías. Estás solo ante el peligro y lo pasas tan mal como bien. La fotografía de conciertos es un subidón de adrenalina.

Brandon Flowers
El caso de Brandon Flowers es brutal. No permitió que se cubriera el acto en Barcelona. No solo eso, también se encargó de suministrar las fotografías del concierto. Colgaba en una dirección web una carpeta y como medio de comunicación podrías descargar unas fotografías para hablar de su concierto. Son infumables. Ningún medio serio debería publicarlas. Estoy convencido de que algunos lo harán por el hecho de tener una fotografía del concierto. No sé quién las habrá hecho, quizá un amigo, conocido o parte de su séquito.
Podríamos discutir si el artista tiene o no derecho a que le hagan fotografías. Pienso que los medios deberían tener derecho a informar.
Retratos
En el tema de los retratos, las dificultades surgen normalmente cuando el artista está de promoción y la discográfica trata de maximizar el número de entrevistas por ciudad. Es complicado, porque aparte del tiempo, te enfrentas a exigencias de espacio. Y si, además, el artista es tímido, tienes complicado hacer una foto que se salga del cliché del “retrato robot”.

Cuentas pendientes
Tengo muchas. Robert Wyatt, por ejemplo, aunque en su caso sea por la dificultad. Está mayor, no hace apenas conciertos, tampoco gira, pero sería un artista que me encantaría fotografiar. Otro artista, conocido por su absoluta falta de respeto por el trabajo de los fotógrafos, con lo cual es un reto y me fascina, es Nick Cave.
Los que ya no están
El caso de Solomon Burke me afectó mucho. Miro las fotografías y me vuelvo a reencontrar con esa sensación de la fotografía como recuerdo temporal. Tengo una fotografía de Burke mientras estaba cantando en la que, casualmente, me miraba. No es mérito mío, en absoluto, sino suyo, porque creo que en sus ojos transmite toda su bonhomía, ese aspecto de predicador preocupado por la gente, interesado en que hicieran lo mejor con sus vidas. Ese cariño hacia sus semejantes lo transmite en esa mirada que, no sé porqué, me dedicó mientras le estaba fotografiando. Veo esa foto tres meses después, y sé que ese hombre ya no está mirando a nadie porque ha muerto. Me golpea. Me impresiona mucho. Lo mismo me pasó recientemente con Vic Chestnutt, a quien tuve la suerte de fotografiar en una visita a Barcelona antes de su actuación. Y estuvimos haciendo broma y se le veía contento, feliz, relajado. Al cabo de dos meses, te enteras de que se ha suicidado, vuelves a mirar los retratos y la impresión que sientes es rarísima y muy fuerte.

¿Nostalgia analógica?
La disyuntiva entre analógico y digital es falsa. Es comercial. La fotografía digital cada día es mejor y en teoría te facilita el trabajo, pero eso no quiere decir que la otra desaparecerá. Sólo son soportes. Para mí son lo mismo. Con ambas paras el tiempo un segundo y por un motivo que tu consideras apropiado. Da igual el sensor que el carrete: el concepto es el mismo. Lo bueno de la fotografía digital es que te da inmediatez. Por el contrario, ha degradado las condiciones de trabajo.

Coleccionistas
Lo peor que se le puede hacer una cámara es tenerla en una vitrina. Las cámaras están hechas para trabajar. Tengo cámaras buenas y caras y no he dudado en meterme en el agua con ellas. Podría tropezar y perderlas. Según quién se llevaría las manos a la cabeza. Es cierto que les coges cariño o pueden tener un componente estético, pero son herramientas. Muy bien diseñadas, pero herramientas. Algo más elaborado que, por ejemplo, un martillo.
Todas las imágenes (c) Óscar García.